
El rey mandó llamar a varios curanderos y sanadores, pero nadie lograba hacer volar a aquel pequeño animal.
Pidió consejo a otros sabios de la corte, pero no hubo forma de moverlo de allí. Por la ventana de una de sus habitaciones, el monarca podía ver que el halcón permanecía inmóvil.
A la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente por los jardines.
«¿Cómo lo han conseguido? Traedme al autor de ese milagro», dijo el rey.
Enseguida le presentaron a un sencillo campesino.
«¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo lograste? ¿Eres mago, acaso?».
Aquel hombre contestó:
«Alteza, lo único que hice fue cortar la rama sobre la que reposaba. El pájaro no tuvo más remedio que empezar a emplear sus alas y echar a volar.»