El Arroyo

En su adolescencia, una mujer había estado enfrascada en una lucha larga y amarga con un padre duro y negativo. Deseando alguna forma de reconciliación, esperaba con ansia el momento en que su padre la llevara en auto hasta el colegio, momento en el que estarían a solas durante horas y poder, así, dar un nuevo comienzo a su relación.

Pero el viaje tan esperado resultaba un desastre: su padre se comportaba fiel a su modo de ser y se pasaba todo el tiempo refunfuñando sobre el arroyo feo y lleno de basura que había al costado del camino. A su vez, ella no veía basura alguna en el hermoso arroyo rústico y virgen. Y, como no encontraba modo de responderle, al final terminaba por callar y pasaron el resto del viaje sin mirarse, cada uno con los ojos vueltos para su lado.


Más adelante, ella hizo ese viaje sola y se sorpendió al notar que había dos arroyos, uno a cada lado del camino. "Esta vez yo conducía-dijo con tristeza-y el arroyo que veía por mi ventana del lado del conductor era tan feo y estaba tan contaminado como lo había descripto mi padre". Pero para cuando aprendió a mirar por la ventana de su padre ya era demasiado tarde: su padre estaba muerto.
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